¿Qué, con quién?
Debo la posibilidad de esta reflexión al estímulo de la profesora Alejandra Di Girolamo, amiga entrañable y compañera de trincheras educativas.
Mientras avanza y se despliega la parafernalia de herramientas 2.0 orientadas a la educación, sigue quedando silenciada la pregunta del inicio: ¿dónde arranca la alfabetización digital? ¿Cuál es el mejor primer paso? ¿Cómo se construye ese punto inicial de sentido no hermenéutico? Es evidente que el espacio de debate sobre implementaciones se piensa filtrando por determinadas variables económicas. Se discute si dejamos de hablar de informática y reemplazamos aquellas ideas por las de la Web 2.0, tanto más actuales y efectivas; y el discurso se dirige a una audiencia claramente identificada, aunque nunca nombrada, lo cual aumenta su dimensión fantasmática. Decimos que las TICs ayudan a expandir las habilidades congnitivas y expresivas, que permiten reconocer a los actores como sujetos culturales y potenciar sus actividades en tanto les dan la palabra… y en esa enunciación olvidamos que muchos alumnos no saben lo que significa tener la palabra, porque van a la escuela para comer o para no estar en la casa o simplemente porque alguien los obliga a ir. Nunca nadie les dijo que ser sujeto también significa ser sujeto de derechos.
El entorno -ese al que los docentes muchas veces nos referimos como lo que no podemos manejar– les ha explicado algunas cosas y otras no, pero ha vivido retaceándoles las pistas para que construyan un sentido para sus vidas.
Es un tema doloroso para los educadores, porque nos pone de frente con el fracaso temprano al que demasiadas veces asociamos con el frío de la fatalidad. Esa es la pobreza: nosotros no atinamos, como cuerpo social, a hacer algo distinto de lo que sabemos hacer (aunque todos estamos de acuerdo en que las condiciones exógenas han cambiado dramáticamente) y ellos crecen empobrecidos simbólicamente
Al no haber indicios de que el niño está marcado por el lenguaje, la emergencia subjetiva resulta lábil. Estar marcado por el lenguaje significa estar inscripto en un orden simbólico del cual es garantía el orden normativo: el legado paterno y la instauración de la Ley que posibilita la apertura hacia una terceridad. Es decir, si los niños cuentan con sostenes adultos que los empujan hacia el futuro y si la escuela misma funciona como un espacio de terceridad.
[…] Otras evidencias que tomamos y aportan a la construcción de este concepto son: caracteríticas que presentan los niños con conductas hipermotrices: estado de movimiento continuo y desordenado con dificultad para centrarse en una tarea. Una puntuación que tomamos también como referente es el dibujo: el dejar blancos, no llenar con colores, no adornar el trabajo final, o directamente negarse a dibujar y a realizar actividades que involucren trazados escriturales.
La capacidad de imaginar se observó comprometida, en el momento en que se les pedía una hipótesis o anticipación sobre alguna situación, la respuesta era siempre no sé o no me acuerdo. Como si el pensamiento estuviese signado por el aquí y ahora, no se producían movimientos espontáneos del Yo hacia el pasado, ni al futuro.
Nancy Alario / Empobrecimiento simbólico: su incidencia en el aprendizaje de la lecto escritura.
Sin embargo, el baño biopolítico del mensaje dominante: tener más para ser mejor, también los inunda. Y no son pocas las veces que vemos cómo los adultos abdican de su lugar de padres o se muestran impotentes para hacer otra cosa más que desear algo para sus hijos:
-Quiero pedirle que la deje venir a computación a mi hija, me dijo una vez una señora que me paró en la ruta, camino a la escuela de Villa Cura Brochero.
-Yo no enseño computación, señora. Solamente hago un taller de apoyo para diferentes materias en el laboratorio de informática. Dos veces por semana y solamente para los alumnos de mi curso. La directora me apoya, pero el ministerio de educación mira para otro lado.
-Lo que sea, pero ayúdeme profesor, yo no puedo pagarlo y ella está desesperada por aprender …
La muchacha vino dos sábados y no volvió más. Evidentemente la madre era quien quería que su hija estudiara computación, pero no encontraba cómo ayudarle a construir un sentido para esa actividad.
¿Pueden las TICs hacer algo en estas situaciones? Eso no está en discusión. El punto es cómo empezamos. En mi opinión, y para decirlo sencillamente: como podamos. Creo que no hay recursos chicos. Hay soluciones mejores y peores.
Este es un ejemplo de una situación inesperada: En una de las Wiki-sessions un sábado durante casi 5 horas, tuvimos a un pibe de segundo añoo jugando y recorriendo atentamente un CD de la serie Trampolín, que yo había comprado cuando mi hijo cuando tenía 5 años. Recorría los acertijos una y otra vez intentando memorizar las respuestas, con una insistencia que me resultaba conmovedora.
En esa línea aprendí que lo que uno lleva al aula es una caja de herramientas y una pregunta compleja: ¿qué, con quién?
Y cuando intenta establecer combinatorias (un poco a base de intuiciones, otro poco a los perfiles y siempre convocando a la buena suerte) el check-in siempre apunta a tomar registro de la puesta en marcha del deseo del pibe o de la piba. Si le interesa trabajará y se las arreglará para vencer las dificultades. Si éstas son demasiadas, simplemente se irá.
La amenaza más grande en esta situación es no poder despegarse de las zancadillas de la propia subjetividad ni sostenerse en el lugar del maestro propiciador: ni tan fácil como para la operatoria termine solamente por engordarnos el ego, y el pibe lea el mensaje de que el resultado viene sin trabajar, ni tan lejos como para que en la primera semblanteada sienta que la empresa es imposible.
Como anticipa el acápite, esta reflexión viene a cuento de una devolución hecha por la profesora Alejandra Di Girolamo que, con generosidad, aceptó revisar una actividad que colgué en el Centro de Recursos, y acercarme sus observaciones por escrito.
Este recorrido me exime de tener que explicar porqué considero que es tan bueno trabajar en el aula con un sofware específico de aprendizaje, como tipear un cuento en un procesador de palabras, enfrentando los obstáculos psicomotrices o las disrupciones a las que el lenguaje reclama ser sometido al tener que pasar de la oralidad a la escritura mediatizada por un teclado QWERTY. Cada caso es un desafío para el profe y una puerta que éste le abre al que aprende. Las herramientas nos son malas ni buenas, solamente son herramientas. Pero hay y habrá siempre profes y profes haciendo la diferencia.
Fuente de la imagen: FlickrCC
Categoría: Trama y relaciones