100 años de adoración a la imagen
Por Alt 1040 me encuentro con este ensamble rebautizado: 100 años de efectos visuales en las películas. Para los autores son 100 años de Inspiración.
Parece simplemente una diferencia del giro idiomático. Obviando la curiosidad de que no están reseñadas algunas obras claves del cine catástrofe como Aeropuerto 75, Infierno en la Torre, o La Aventura del Poseidón, ni del género ciencia ficción como lo fue Alien o la saga de Matrix, resulta interesante pensar este recorte (o cualquiera que haga foco en el tema) desde una perspectiva más implicada con el impacto que producen los relatos (fuertes en imágenes) sobre la subjetividad social.
El mundo del cine, Hollywood en particular, ha acompañado y sostenido la entronización de la imagen como supremo paradigma del ser social. Los efectos especiales, inicialmente aplicados al cine catástrofe, comenzaron a modelar, allá por los setenta, una suerte de participación pasiva en el espectador: efecto de un relato con alto nivel de demanda empática (que fuerza la identificación con los héroes y heroinas) y situaciones que sobrepasan la escala de lo metabolizable humanamente. Durante el trayecto de inmersión en el relato, ayudado por la potencia de la imagen (tamaño y calidad), el efecto envolvente del sonido y la oscuridad de la sala, el espectador (diluido en su singularidad) ha estado ahí. Al encenderse las luces, recupera su vida y se descubre a salvo. Una suerte de remedo del juego infantil de darse miedo, que ha volcado algunas de sus aguas en la compleja construcción de la indiferencia social.
Esta tarea, exacerbada por el avance del mercado sobre los modos de ser (biopolítica), es continuada hoy (de la mano de la tecnología, claro) por el culto a la buena imagen, a la perfección imposible, en la que necesitamos creer que estamos, para ser cada vez mejores consumidores y menos ciudadanos.
Categoría: Culturas