Abordar un libro, según Nora Gómez
Pistas metodológicas Todo texto plantea una cuestión central que es necesario resolver: Cómo abordar su lectura. ¿Podría existir una metodología para hacerlo? ¿Si así fuera, tendría sentido práctico su aplicación? ¿Qué espera cada lector obtener de la experiencia de lectura? Algunas pistas metodológicas pueden extraerse de las reflexiones que siguen.
La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado….
Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito….
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido….
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces.
Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!
Para mí la lectura es La Historia Interminable, un texto en el que Michel Ende propone una ética y una estética del lector. Apenas comienza a leer, Bastián escucha el pedido de los personajes para que ingrese a su mundo fantástico y lo salve porque la nada está comiendo todo. En un acto de profundo compromiso, no exento de temores y resistencias, el pequeño lector decide entrar al texto y convertirse en protagonista de la historia.
Como las ciudades, los textos tienen muchos caminos, algunos visibles y de fácil acceso; otros, escondidos, escarpados, con atajos y encrucijadas que exigen mapas y herramientas para llegar a destino.
Como las casas, los textos tienen puertas, ventanas, habitaciones y tragaluces por donde los lectores podemos entrar, cambiar de aire, mirar otros paisajes, alimentarnos, salir y dejar huellas para volver a entrar.
Como la mayoría de las personas, los textos buscan ser descifrados convocando cada uno, distintos estilos de abordaje; algunos, se encierran en sus pliegues y exigen ingeniosos mecanismos de búsqueda para ser comprendidos. Otros, en cambio, se abren despreocupadamente y se entregan mansos a nuestras expediciones visuales, táctiles y olfativas, intelectuales.
A diferencia de los libros, los textos virtuales suelen ser más mágicos, teniendo en cuenta su aparición intempestiva en la pantalla, pero menos dados a provocar sensaciones táctiles y olfativas, remembranzas de la época en que conocer era tocar, palpar, manipular.
Hay textos que nos andan buscando y caen a nuestro lado en búsqueda desesperada de ojos que los arranquen por un tiempo de su cerrado silencio. Otros, en cambio, nos son impuestos por el deber o la utilidad práctica para resolver algún problema. En estos últimos, el cruce del umbral no está protegido por la ley del deseo sino por la dictadura de la necesidad. No faltan en el universo textual, los libros que cambian permanentemente de sentido, escondiendo secretos y preguntas que salen a relucir en segundas o terceras lecturas cuando los andábamos caminando con la despreocupación de quien conoce el camino y no tiene más nada que aprender.
Sea en con-textos reales o virtuales, en mundos literarios o científicos, con fines utilitarios o recreativos, la lectura no es nunca un acto inocente sino una experiencia humana crucial. Como Bastián Baltasar Bux cuando decidimos entrar a un texto, nos quedamos sin pre-textos. Ponemos en juego nuestro pasado (toda la historia lectora personal, familiar y social), nuestro presente con sus búsquedas y necesidades actuales y, fundamentalmente, nuestro futuro, porque no sabemos cómo saldremos de esa aventura. Es muy probable que nos despoje de la ropa que teníamos cuando ingresamos y vuelva vestirnos con nuevas ideas, sensaciones, certezas e incertidumbres que, alimentarán nuevos apetitos por más universos textuales. Por eso digo que la lectura es una historia interminable.
La autora en su salsa: Perfiles
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Categoría: Abordar un libro