Diálogo y poder: El desafí­o de pensar juntos

| 22 octubre, 2012 | 0 Comentarios

Por Claudia Perlo[1] y LeticiaCosta[2];

diálogoA partir de la situación conflictiva originada entre el sector agropecuario y el gobierno nacional en nuestro país (N del E: se refiere a marzo de 2009), escuchamos múltiples voces desde los diversos sectores, que señalan incesantemente la necesidad del diálogo como único medio para encontrar soluciones a dicho conflicto.

El diálogo ha sido una de las palabras más enunciadas por estos días, podríamos decir tomando a Cortázar que se ha constituido en una palabra cansada.

Unánimemente se enuncia que el diálogo es el camino para la construcción y reconstrucción de las relaciones. Ahora bien, la sola enunciación de su intención no basta para que éste se produzca.

La construcción de un proceso de diálogo requiere de un cambio en los modelos mentales entre quienes participarán en él, ya que no toda conversación facilita el entendimiento y la convivencia, es decir no toda conversación es diálogo. El diálogo es el proceso que ubica a los sujetos en una condición de igualdad, a través del respeto por las diferencias, que provoca la diversidad.

Williams Isaacs (1999) plantea que generalmente los fracasos entre las personas, grupos y organizaciones se deben a la falta de habilidad para conversar.

Ahora bien, ¿Qué es dialogar?¿Cómo dialogar?, ¿Qué condiciones deben darse para que éste ocurra?

El diálogo que en su etimología clarifica su objetivo dia (fluir) logos (saber, conocimiento, significado), es decir fluir de significados.

La diversidad de significados que los sujetos pueden atribuir a aquello de lo que se habla,  la realidad es la razón de los ineludibles conflictos, los malos entendidos, que aparecen en las conversaciones cotidianas. En este sentido debemos asumir que no existe UNA REALIDAD, revelada como única verdad a la vista de todos. Por lo que considerar que en un conflicto una de las partes involucradas tiene la razón absoluta constituye un pensamiento fragmentario de la realidad que recursivamente alimenta el conflicto. Cada grupo o sector tendrá múltiples y diferentes razones desde la perspectiva particular que observa una realidad complejamente construida.

También debemos comprender que en la conversación no están en juego solo las ideas, conjuntamente lo está la relación de poder (política) entre los implicados. El poder es constitutivo de la comunicación y viceversa. Comunicación, conflicto y poder constituyen una tríada inseparable.

La lógica ganar o perder que subyace a los discursos entre los sectores en oposición no brinda las condiciones para que tan complejo proceso ocurra, contrariamente genera conversaciones improductivas que engrosan el conflicto.

La lógica ganar-ganar no constituye una situación utópica e idílica sino la única posibilidad para que el diálogo se produzca.

Se requiere pasar de una lógica competitiva a una lógica colaborativa que posibilite el fluir, movimiento, desplazamiento, cambio de los significados fosilizados en cada sector.

Por estos días hemos constatado procesos conversacionales que sufren lo que Böhm (1994) denomina “patologías del pensamiento colectivo”. Estas son: violencia, el no respeto y agresión del otro, certeza, la imposibilidad de suspender las propias ideas, idolatría, el escucharse solo a sí mismo y abstracción el encerrarse en el propio modelo mental.

La “controversia” constituye el punto de partida del proceso dialógico; sin controversia no sería necesario dialogar. Sin embargo el enquistamiento en ella difícilmente permitirá crear un espacio donde fluyan los significados.

Como lo estamos vivenciando tal enquistamiento, perpetúa y agrava el conflicto.

¿Qué se requiere para avanzar en un proceso de diálogo?

Se requiere aprender actitudes y habilidades comunicativas que brinden calidad al intercambio conversacional a través de:

– Legitimar al otro, valorando su postura. Actitud que nos permita cambiar la visión del otro como enemigo a la visión del otro como semejante, practicando una ética de lo diferente.

– Suspender las rígidas certezas, observar nuestros pensamientos y sentimientos para promover la transformación de nuestras ideas en pos de la co-construcción de marcos de significados compartidos.

– Sostener un hablar cuidadoso, tomando consciencia de que el lenguaje construye la realidad. Expresar nuestra propia perspectiva buscando revelar con transparencia nuestro pensamiento al otro.

– Practicar una escucha atenta, en primer lugar escuchándonos a nosotros mismos y en segundo, escuchando al otro. Ésta última no es posible sin la primera. No solo para tolerar al semejante, sino más aún para comprender las diferencias que permitan explorar juntos (nosotros) nuevas realidades posibles.

Construir un país colectivamente supone aprender estas prácticas dialógicas a través de estrategias y el ejercicio de técnicas específicas, para promover “espacios de inclusiones recíprocas”, entre los actores sociales representantes de cada sector.

Sabemos que generar esta práctica no es sencillo, ya que requiere transformar matrices de aprendizaje y pensamientos que hemos incorporado tanto a través de nuestra educación como de nuestra participación política a lo largo de nuestra historia. Humberto Maturana expresa que nuestras matrices de aprendizajes solo pueden modificarse en profundidad por curiosidad o dolor.

¿Cuánto dolor tendremos que transitar como pueblo, para superar la fragmentación social a través de una conciencia colectiva? Si consideramos al diálogo como una estrategia que permite reconstituir el tejido social, deberíamos emprender individual y colectivamente este difícil desafío.

El modelo dialógico al que aquí referimos no desconoce de modo alguno las relaciones de poder existentes que atraviesan las estructuras institucionales, como tampoco ignora los diferentes niveles, jerarquías y legitimaciones que tiene la circulación de la palabra en nuestra sociedad. Pero asimismo reconoce que todos los actores sociales conversamos en algún lugar de la estructura a través de las instituciones, ostentando una cuota de poder que nos compromete y responsabiliza de este proceso, en tanto hayamos elegido la democracia como destino.

 


[1] Investigadora CONICET-IRICE-UNR. Área  de Aprendizaje y Desarrollo Organizacional. Especialista en Cambio y Aprendizaje organizacional.

[2] Psicóloga. Prof. de Comunicación y Sistema de Relaciones Humanas y Psicología Social de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) Especialista en nuevas tecnologías comunicacionales y dispositivos de participación ciudadana.

 

 

 

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Categoría: Actitud, Culturas

Acerca del Autor ()

Padre. Hacedor. Resiliente. Estudiador. Curioso. Persistente. Apasionado. Aprendí a contar con un ábaco. En el primer año de la secundaria soñaba con tener una regla de cálculo. Hasta tercero lidiamos con las calculadoras personales y los permisos para usarlas en clase. Cuando fui profe universitario me preguntaba si debía aprobar los trabajos hechos en la computadora personal. La primera portable que tuve me mostró las ventajas de la movilidad y la segunda me presentó a Internet. Hoy, ayudo a las personas y a las organizaciones a involucrarse con los entornos 2.0.- Fundé Seco & Serif en los 90, tuve que aprender prácticamente solo a hacer producción gráfica digital cuando no había nadie alrededor. La primera aplicación que aprendí a manejar fue Adobe Illustrator 3. Y la última —seguramente— será la que salga mañana. Nunca quiero ser el más inteligente sino el que más trabaja. Soy prácticamente autodidacta aunque tengo títulos y certificados que dicen otras cosas. Hace muchos años que leo y pienso acerca de la posición del sujeto frente a la explosión digital y todos los días celebro que me haya tocado estar aquí en esta época.

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