Lo que no se ve
Invisibilización se parece a imbecilización. Uno de los dispositivos de silenciamiento más eficaces que pone en marcha la maquinaria del poder neoliberal ante su accionar depredatorio es la promoción del desánimo asociado al ocultamiento de partes significativas de la escena.
Mostrar lo que sucede a nuestro alrededor de tal manera que el deterioro del medio ambiente parezca inevitable, o resulte responsabilidad indiferenciada de todos, o la causa sea tan difusa que quede diluida entre miles de palabras y mensajes cruzados, o que nunca se haga evidente que la opulencia de los que más tienen está sostenida por el hambre y la exclusión de la mayoría de los habitantes del planeta.
Desde esa perspectiva, una educación emancipadora debiera enlazar, poner sobre la escena alguna evidencia de la huella del accionar de los distintos factores de poder que se conjugan para producir un resultado. No solamente para revisar el sentido sino para mostrar un procedimiento diferente de exponer verdades.
La verdad incomoda
A menudo se exhibe y promociona la película de Al Gore Una verdad incómoda haciendo hincapie en su exhaustividad… Pocas veces se dice que Al Gore era el Vice presidente de Bill Clinton cuando EUA se negó a ratificar el Protocolo de Kioto. ¿Impugna este dato lo que se afirma en el film? De ninguna manera. Pero muestra que hay disputa, oposición de intereses, diversidad de criterios; a diferencia del modelo comunicativo que propone el ocultamiento y el recorte como mecanismo de anestesiamiento.
Monsanto, la multinacional que hace el Roundup con el que nuestros chacareros fumigan los cultivos de soja y lo que caiga debajo (pibes usados como banderilleros o casas vecinas a los campos) es la misma que hace el PCB, refrigerante usado para los transformadores de media tensión que están en las calles, prohibido por su toxicidad en todo el mundo (aunque en Argentina pareciera no terminar nunca su erradicación) o la que hacía el Agente Naranja con el que los marines quemaban a los Vietcongs (y a todo lo que cayera debajo). Sin embargo no se priva de ofrecer educación ambiental en las escuelas, auspiciada por el Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresaria o donar equipamiento para las facultades agrarias, con lo cual pretende neutralizar la información políticamente incorrecta que circula acerca de sus productos y sus acciones.
¿Ninguno de los funcionarios que aprobaron la iniciación de las operaciones de esta empresa en nuestro país, y que oportunamente se allanaron a que Dios y la Patria se lo demanden, si no desempeñaran su cargo con lealtad y patriotismo, sabía esto?. El Ingeniero Felipe Solá, parece que sí… Y no solamente eso. También parece ser el responsable de las políticas que iniciaron la depredación de nuestros recursos pesqueros en los mares del sur…
¿Saberlo, hubiera alcanzado para impedirlo? Probablemente no, pero decirlo, exponerlo asociado al resultado, permite mostrar dónde está el poder real, más allá de lo que sugieren los discursos y las declamaciones.
Enlazar estas situaciones (que -por otra parte- están publicadas en la Web) ayuda a darle a estos temas una dimensión más humana y deja abierta la puerta para pensar las responsabilidades individuales.
No se entiende la dictadura sin el plan económico que la sostuvo y permitió enriquecimientos ilícitos de los Macri, Bulgheroni, Rocca o Fortabat (por citar los más famosos) no solamente por la cantidad de negocios armados a medida para ellos desde el Estado, sino por la famosa socialización de la deuda externa, diseñada por Domingo Cavallo. Hablar de los derechos humanos pero no explicitar esta referencia ayuda -en realidad- a mantener el stu quo porque mantiene el tema solamente en la órbita de las perversiones de muchos de los militares y oculta al servicio de qué intereses hicieron lo que hicieron.
En medio del farragoso conflicto de intereses entre el Gobierno Nacional y de algunos representantes del campo, es posible escuchar al Sr. Alfredo De Angeli diciendo, a quien quiera escucharlo, que la culpa del deterioro que producen los chacareros en la tierra es del gobierno porque no tiene un plan agrario.
Resulta inevitable preguntarse qué pasaría si un día saliera un sector de la sociedad a hacer justicia por mano propia con los que roban y se justificara en que la policía no puede contenerlos. O si miles de habitantes de los barrios más humildes del conurbano se organizaran y salieran a saquear tiendas y supermercados amparándose en que nunca llega la redistribución de la riqueza que tantas veces les prometieron sucesivos gobiernos.
Todos sabemos lo que sucedería.
Los chacareros hacen su parte en el deterioro del medio ambiente, mientras se mantienen enfocados en su derecho a aprovechar el precio internacional de la soja. Aunque ese valor está conformado (entre otras cosas) por el empobrecimiento del suelo, el envenenamiento del ecosistema y el formidable proceso de transferencia de ingresos hacia el capital financiero, el Sr. De Angeli puede decir lo que dice, a diferencia de los otros actores, porque sus dichos mantienen desviado el foco de la opinión pública. Mientras toda la atención popular está siendo dirigida al desarrollo de las diferentes instancias de este cacareado conflicto, los que siguen haciendo su agosto son los exportadores de granos en particular y los grandes jugadores de la economía nacional, donde cada sector hace su parte: La corporación política, la de los medios, la dirigencia sindical, las asociaciones empresarias.
La película The story of stuff, traducida como La historia de las cosas, de la fundación Tides, fundadores del Grupo para la Producción y el Consumo Sustentable, parece un buen ejemplo de esta manera de comunicar-enseñar, enlazando acciones con resultados.
El aspecto emancipador de esta manera de mostrar reside en considerar al destinatario de la información como sujeto cultural y ofrecerle una manera de verificar su inteligencia. Investirlo para que piense, por sus propios medios, en qué tipo de sociedad quiere vivir.
Categoría: Trama y relaciones