Mejorar las habilidades comunicativas

| 2 enero, 2021 | 0 Comentarios

¿Para qué necesitaríamos mejorar nuestras habilidades comunicativas? ¿No existen acaso las redes sociales? ¿No estamos conectándonos ya? Esta podría ser la pregunta de alguien distraído y también una manera de introducirnos a pensar un tema tan vasto y complejo como es el de la comunicación humana. 

Nuestra especie no es la única que puede comunicarse con sus pares y con miembros de otras  diferentes de la propia, pero sí es la única que está atravesada por el deseo. Y el deseo es fundador de la cultura. Esta afirmación, también podríamos pensarla desde otra perspectiva: Nacemos dentro de una cultura que nos preexiste y ese magma (como lo llamó Castoriadis) es lo que nos instituye socialmente y abre espacios instituyentes en cada uno de nosotros. A eso es a lo que llamamos deseo.

El deseo está motorizado por una pulsión vital, un empuje continuo; y una de las formas en que ese empuje se desarrolla, es encontrando como destino la sublimación. Así como en la nomenclatura química la sublimación designa un cambio de estado que omite (saltea) el estado intermedio (pasando por ejemplo del modo sólido al gaseoso, proceso en el cual queda omitido el estado líquido), la pulsión (inicialmente de origen erótico) cambia su destino y se convierte en otra cosa. Gracias a esta conversión es posible aprender, crear acciones y bienes culturales, comunicarse dentro de los límites de la convivencia con otros, aceptar y sostener unas reglas de juego a las que todos deben someterse, en definitiva: sobrellevar la existencia en comunidades.

Ocurre que el desarrollo y las facilidades tecnológicas hacen que esa existencia en comunidades produzca y emita cada vez más mensajes al espacio común y manejarse en ese ambiente se complejiza cada vez más. A mayor especialización, mayor complejidad comunicativa.

Hacia el año 1300, en la biblioteca de La Sorbona, Dante Alighieri disponía de unos 1400 libros, todos ellos escritos a mano por amanuenses, oficio que tenían generalmente los monjes que estaban internados en monasterios. Por estas razones, se trataba de objetos difíciles de conseguir y muy caros, por lo cual su acceso quedaba reducido a muy pocas personas o instituciones. Cien años después ya existía un método de reproducción mecánico: la imprenta de los tipos móviles, creada por Gutenberg hacia 1460.

Casi 500 años después, en 1994, solamente en la Biblioteca del Congreso de EUA ya había 98,5 millones de libros impresos. Y después vino Internet y la revolución tecnológica hizo versiones de escritorio que emulaban a los grandes talleres de impresión. Y después vino la Web 2.0 y abrió la posibilidad de que quien quisiera y pudiera se transformara en un productor de contenidos. El mercado —simultáneamente— diseñó estrategias de seguimiento y fidelización personalizadas que, combinadas con herramientas publicitarias y los propios mecanismos deseantes de grupos de sujetos altamente segmentados, inauguraron una nueva posibilidad. Comenzaron a poner saberes y objetos ante los ojos de cada quien y hacerlos aparecer como necesarios para la propia existencia. En muchos casos es posible que lo sean, en otros, el propio deseo hará que lo sean. Ya no importa demasiado separar aquello que es genuino de lo que es percibido como genuino por la mediación del deseo.

En todo caso tenemos la irrupción de una serie de preguntas, de denominador común, que se han ido instalando vertiginosamente: ¿Cómo lo alcanzo? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo digo?

Al intentar responderlas se vuelve necesario, como paso previo, aprender cosas que no se saben. Aprender a definir un mercado, a definir un producto, a diferenciar unas ventajas en el breve espacio de la atención de una audiencia sobresaturada de información… En definitiva: Aprender a comunicar lo que se necesita. Ya sea que se trate de obtener algo especializado como de ofrecerlo.

Esta clave vale tanto si se ha descubierto un nicho de mercado como si lo que se desea es hacer una pequeña edición de un libro. Tanto si se trata de producir en pequeña escala un objeto para colocarlo en un segmento específico del mercado, o de ofrecer un servicio que resulta de la adaptación combinada de otros que ya existen. Las posibilidades crecen a medida que avanza la especialización.

Llega entonces el momento en que es necesario acceder a los fondos que viabilicen la ejecución de una edición, el aprendizaje y la captura de saberes que no se tienen o la compra de una herramienta que nos permita seguir adelante con un proyecto. Esa posibilidad está hoy cubierta por Credy, un servicio en línea que te ayudará a pedir dinero de forma rápida, segura y personalizada. En condiciones normales, podrás reunirte con el capital de trabajo que necesitas, gestionando todo desde tu teléfono o computadora de escritorio en 10 minutos. ¿Tiene lógica? Claro que la tiene. Tu trabajo es conseguir poner en producción tu proyecto. Otros especialistas deben concurrir en auxilio de ese objetivo, ofreciendo soluciones que no te desvíen de tu camino. La especialización requiere aceitar la habilidad de conseguir lo otro que hace falta para nuestro proyecto, lo que no se sabe o no se tiene y es necesario comprar. Por eso esta solución resulta una alternativa bienvenida.

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Categoría: Tips y TICs, Trama y relaciones

Acerca del Autor ()

Padre. Hacedor. Resiliente. Estudiador. Curioso. Persistente. Apasionado. Aprendí a contar con un ábaco. En el primer año de la secundaria soñaba con tener una regla de cálculo. Hasta tercero lidiamos con las calculadoras personales y los permisos para usarlas en clase. Cuando fui profe universitario me preguntaba si debía aprobar los trabajos hechos en la computadora personal. La primera portable que tuve me mostró las ventajas de la movilidad y la segunda me presentó a Internet. Hoy, ayudo a las personas y a las organizaciones a involucrarse con los entornos 2.0.- Fundé Seco & Serif en los 90, tuve que aprender prácticamente solo a hacer producción gráfica digital cuando no había nadie alrededor. La primera aplicación que aprendí a manejar fue Adobe Illustrator 3. Y la última —seguramente— será la que salga mañana. Nunca quiero ser el más inteligente sino el que más trabaja. Soy prácticamente autodidacta aunque tengo títulos y certificados que dicen otras cosas. Hace muchos años que leo y pienso acerca de la posición del sujeto frente a la explosión digital y todos los días celebro que me haya tocado estar aquí en esta época.

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