Up-line
Quiero que pienses que podés hacerlo – me decía- Nada puede impedir que lo consigas cuando eso es un sueño y se ha instalado en tu mente para quedarse. Cuando te quema. Cuando te hace sentir que te salís de la vaina por ir a buscarlo. ¿Sabés por qué? -se apuraba a contestar: Porque tu mente por si sola no puede distinguir la diferencia entre lo que es real y lo que no lo es. Por eso, por ejemplo, vivís intensamente tus sueños nocturnos. Cuando dormís, lo que sucede en el mundo onírico te pasa, vos no estás afuera. Estás absolutamente involucrado. Sin embargo, ese mundo desaparece en cuanto despertás… ¿Por qué? Sencillamente porque no despertás en la nada, sino en tu mundo, el mal llamado mundo real, atravesado por el lenguaje, por la cultura, por valores, por creencias, por sistemas de pensamiento que definen, según las épocas, en dónde está lo bueno, qué es lo aceptable como correcto, qué es lo malo… Todos valores intangibles que crean una realidad en cuanto son aceptados colectivamente, porque le dan una dirección al hacer de la gente.
Las ideas no cambian las cosas, me repetía. Abren puertas para tomar acción en un sentido determinado. Lo que cambia las cosas, lo que hace que las cosas pasen, es lo que uno hace, no lo que uno piensa.
Al principio me pareció que en todo esto tenía algo que ver la locura. Entonces algún otro agregaba algo más: No podrías emocionarte hasta las lágrimas viendo una película, si no te involucraras hasta el punto de romper esa barrera entre la realidad y la ficción. La empatía es eso, vos sos el protagonista, mientras sos el espectador. Sos el instrumento y también sos el que lo ejecuta. Es cierto que tiene algo de loco todo esto, pero ese es el juego del lenguaje. Dice lo que dice, pero dice también en el cómo lo dice.
Conociendo cómo funciona todo ese mecanismo, podés ponerlo a trabajar para vos. Es difícil, pero se puede. No es ni más ni menos que el trabajo que hace un actor, un bailarín o un cantante. Ellos saben que su cuerpo es el instrumento y su mente el instrumentista. ¿Qué creés, que no les duelen los músculos o no se cansan, que no tienen que batallar contra la inercia o la comodidad? Seguro que sí. La cuestión es quién manda sobre quién: si lo hace el instrumento o el instrumentista. El que sabe cómo se ejecuta el instrumento no es el instrumento sino el que lo toca. Y la habilidad viene de la repetición. Esto quiere decir que muchas veces no tienen ganas o les duelen los dedos o las muñecas o lo que sea, pero el resultado que están obteniendo no los satisface. Pueden bajar el nivel de exigencia o aumentar la práctica. Cada una de esas decisiones los van a llevar a un sitio diferente.
Había sentido varias veces esa sensación de salirme de la vaina, soltarme de todo ese enramado invisible y poder asomarme hacia algo que parecía liberador. No sabía bien cómo describirlo, ni cuánto esfuerzo iba a demandarme, pero una vez, cuando intentaba expresarlo con palabras, alguno de ellos me dijo sonriendo: Yo sé exactamente cómo te sentís. Ya pasé por eso. Pensalo de esta manera: No anda uno persiguiendo sus sueños por la vida. Es al revés, son ellos los que tiran de vos, los que llenan de sentido tu vida y hacen que puedas levantarte una y otra vez cuando luchás para alcanzarlos, si es que has tomado la decisión de hacerlo. La creencia es el refugio del alma en el hombre. Es lo no animal que tenemos. Somos un animal más la capacidad de creer, por eso somos humanos. Sin creencia no tendríamos salida. Seríamos un cuerpo sin alma y sin sentido. Un montón de agua, un poco de grasa, sodio, potasio, cobre…una trama más de la textura viva de la tierra. La creencia es Dios adentro tuyo. Solamente el que cree puede soñar. Y el que puede soñar anda entusiasmado por la vida. ¿Y sabés qué? Entusiasmo viene de en Theus, que significa en Dios… Todos podemos soñar.
Ahora estaba allí. A punto de concretar su sueño más grande. Casi totalmente fuera de la vaina y dentro de esa realidad que había creado luchando sin descanso. El teatro estaba repleto. Miles de personas habían llegado desde los lugares más insólitos del país. Algunos de sus amigos habían venido desde muy lejos y estaban ahí para acompañarlo en el día de su debut. Lo sabía. Eso aumentaba su ansiedad, pero también el valor del evento. Cantar un día en un teatro grande con una gran orquesta en vivo y frente a miles de personas, había sido alguna vez una pregunta que se hizo y que compartió con muchísimos de sus mentores, de sus maestros, de sus amigos.
Ellos habían ayudado a que de esa pregunta floreciera una creencia. Su trabajo incansable y el apoyo de los suyos habían ido convirtiendo aquella visión en un sueño y ese sueño en esta realidad. Sin secretos. Sin pases de magia. Pero con esfuerzo. Dejar que volara libre aquella vena lírica que le venía de sus ancestros fue la primera puerta. A través de ella vio anticipadamente el paisaje que hoy tenía frente a sus ojos como una realidad posible. La decisión y el trabajo la hicieron tangible.
Y llegó el momento. Las luces de la sala comenzaron a desvanecerse y el murmullo fue convirtiéndose en un silencio tenso que estalló en voces y aplausos en cuanto se abrió el telón. Allí estaba él. Su figura se recortaba frente a una orquesta de más de cien músicos. Se lo veía imponente. Feliz. Absolutamente fuera de la vaina.
Respiró profundamente antes de cruzar una mirada con el director. Se asintieron. Se acomodó nerviosamente el talle del smoking y volvió a mirar al director. Era la señal convenida. Con una sola mirada el maestro chequeó la partitura y dio aviso al primer violín arqueando apenas las cejas. Alzó elegante la batuta en la penumbra e hizo que irrumpiera el milagro de la música. Todo el teatro fue impregnándose de aquella melodía. El aire olía a victoria y podían sentirse los acordes en la piel, con el cuerpo, con las miradas vigilantes, con los latidos exagerados en el pecho.
La primera obra era un regalo especial para sus amigos. Se trataba de una antigua pieza popular con arreglos para orquestación sinfónica en los que él mismo había trabajado con el maestro que ahora conducía la orquesta. Eso había tensado la emoción arriba y abajo del escenario.
Acaso por esa misma razón sobrevino el traspié. Cuando el director se volvió hacia él para indicarle su entrada, se dio cuenta de que no podría comenzar: El solista se había quedado en blanco. Algo estaba pasando en su mente. El esfuerzo de mucho tiempo, de tantas horas de trabajo, ahora se hallaba entrampado en los vericuetos de la emoción y eso no lo dejaba arrancar. Sólo silencio y la música que lo llamaba. Pero él no conseguía recordar la letra. Imposible. Eso no podía estar sucediendo hoy. Sin embargo, también formaba parte de la realidad. El director volvió a mirarlo una y otra vez mientras intentaba estirar la introducción. Pero él no atinaba a devolverle la mirada. Ahora era una presa del pánico debatiéndose entre cientos de pensamientos inconexos que giraban en su mente con la forma de un carrusel desbocado. Luchaba, pero no lograba salir de ahí.
Mientras tanto en la platea, alguien percibió el olor de la catástrofe. Algunos de sus amigos alcanzaron a sentir que la victoria estaba a punto de derrumbarse, pero fue su primera maestra de canto la que dio el paso más arriesgado. Sin dudar un instante, se puso de pie en el medio de la sala y con toda la potencia que fue capaz de obtener de sus pulmones comenzó a entonar los primeros versos. Eso hizo la diferencia. Aquella voz dulce y armoniosamente firme, primero despertó sorpresa entre los más desprevenidos, pero muy pronto consiguió arrancar otra voz de la platea y después otra más. Y desencadenó el milagro. El solista sonrió y pudo volverse hacia el director, que sin dejar de sonreírle volvió a indicarle su entrada.
Muchísimas voces desde la platea fueron agregándose al coro improvisado. Lo que pudo haber sido una desafortunada situación, se había convertido en una hermosa ceremonia de participación colectiva. Llena de vitalidad y energía. Mucho más potente de lo que cualquiera hubiera esperado para el debut. Ahí estaban todos cantando, felices, fuera de la vaina, arriba y abajo del escenario, enlazados por la misma música, viviendo, nutriéndose de aquella experiencia que habría de permanecer imborrable en sus recuerdos a través del tiempo…
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Quiero detener aquí el relato. Con esa imagen en su mente me gustaría que piense algunas cuestiones a partir de esta historia. Tres exactamente. La primera es que bien podría ser usted el protagonista ¿recuerda haber pasado por alguna situación similar? Solista no es sinónimo de solitario. No importa cuáles sean sus sueños o qué hace para ganarse la vida. Lo que verdaderamente importa es si tiene un sitio adónde ir. Una razón que le ayude a encontrar un camino.
La segunda cuestión es que el mundo marcha hacia una sociedad diferente. Un formato en el que no hay escenarios ni plateas como compartimientos estancos, sino roles, voluntades de participación, sueños y proyectos colectivos, además de los individuales. La verdadera independencia es la interdependencia. Nos necesitamos unos a los otros para crecer.
La mejor manera de comprender este nuevo formato es a través de la metáfora de la red. Muchas individualidades enfocadas hacia la persecución de una meta común, hacen una voluntad colectiva poderosísima y muy flexible. Muchos caminos para llegar al mismo sitio me dejan elegir el menos congestionado. Y eso me hace más eficiente. Comunicación punto a punto, sin jerarquías sino con diferenciación de roles. Interactividad. Puedo tomar de todos y puedo dar a todos. Tengo muchísimas más alternativas que en el formato de las jerarquías. Pero el resultado depende enteramente de mí. Yo soy, usted es el que tiene ahora que poner los límites… o quitarlos. Nada estará escrito sino hasta que usted mismo lo haga.
Si es capaz de ver las diferencias y de recoger el guante, esas son opciones para una vida mejor. Porque hay una de ellas que encaja exactamente con la medida de sus sueños. Pero deberá cambiar algunas cosas en la manera que tiene de mirar el mundo. Todo está allí, pero sólo podemos sacar provecho de lo que conocemos. Necesitamos otra información para manejarnos en el nuevo formato de organización social. Y la información está ahí. Cada vez es más fácil acceder a ella. Sin embargo usted tiene que ir a buscarla. Tiene que descubrir los abrevaderos. Seleccionarla y asegurarse de que es la que necesita para tomar acción en el sentido correcto. Ella no va a venir por usted. Dios alimenta a todos los pichones, pero no les pone la comida en el nido. Los pájaros adultos tienen que ir a buscarla.
La tercera cuestión es la idea de la pertenencia. Se puede ser un cantante solista y participar en un coro indiferenciado. No se pierde la identidad por eso. En nuestra historia nunca estuvo en riesgo la identidad, porque lo que se jugaban eran otras cosas. De una dificultad se sale mejor apelando a los otros cuando uno ha construido esos vínculos como un soporte, como una malla de contención. Como una red.
En la metáfora de la red, llamamos up-line (línea ascendente) a las personas que forman el mapa de sus ancestros, de sus vinculaciones. En la práctica, tomándolo de la mano lo guían para que pase por donde ellos ya pasaron, a veces lo hacen mejor, a veces peor, pero son como esa maestra de canto: están ahí, pendientes, aunque no los vea. Mientras construyen su propio camino van ayudándole a construir el suyo. Le enseñan para que usted le enseñe a otro, con una generosidad a la que al principio no es fácil abrirse.
Hacen como lo han hecho sus padres. Mientras le ayudan a crecer, van enseñándole a ser padre o a ser madre. Así circula la savia del hacer en una red. En eso se diferencia radicalmente de lo que sucede en cualquier otro formato social en el que su crecimiento tarde o temprano amenazará a alguien y esa persona comenzará a verlo como un enemigo. Porque para que usted gane es necesario que alguien pierda. En un formato de red, todos quieren que usted crezca porque esa es la forma de aumentar la malla. Si yo gano, usted gana. Si usted gana, yo gano. Sin embargo, no crecerá haciéndose poderoso o más grande en tamaño. Usted se duplicará en otro. Usted ayudará a otro, enseñará a otro a que se convierta, lo mismo que usted, en un nodo. Uno más uno.
Aprenderá a enseñar liderando y a liderar con el ejemplo, porque el único vínculo que cohesiona al grupo en este formato es el deseo de pertenecer a él de cada uno. Eso crea otra calidad de relaciones entre las personas. Por eso son tan importantes los up-lines. Ellos son el vaso de donde usted bebe ese saber. Son sus mentores, sus maestros, son sus amigos, son su sombra. Son esa voz que aparece en la oscuridad para recordarle la letra de una canción que usted conoce, pero que no viene a su mente en el momento en que más la necesita.
Con el tiempo, uno va dándose cuenta que es la suma de todo eso. Que up-lines ha tenido en la Vida muchos más de los que imagina. Aunque sea de a pedazos, o por temporadas. Usted es el producto de todo lo que pusieron en usted los que lo quieren: sus padres, sus amigos, sus maestros, sus mentores: sus up-lines. No importa si ellos están o no físicamente a su lado. Dejaron una marca indeleble en su formación. Por eso están. Le dieron algo que ahora forma parte de su identidad. Algo precioso para que se diferencie de otros. Como una marca de agua en el papel: Sabe que está, pero sólo la ve cuando apunta la hoja contra la luz.[…]
Olivos, diciembre de 1998
Del libro: Capacitación para Construir Sentido – Daniel I. Krichman . INM Ediciones. ISBN 987-97601-0-7. Buenos Aires 1999.
Fuente la imagen FlickrCC
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