Superyó y Tecnología
Dejo aquí el video, la presentación y el prezi de mi exposición en el Coloquio 2017 sobre el tema Lecturas de Superyó, desarrollado en el ciclo 2016, en el Curso Anual de Psicoanálisis que dicta Ángel Fernandez.
Superyó y Tecnología
Parecen términos que nombran mundos ajenos, pero tienen cosas en común. Yo voy a hablar de eso.
Louis Althusser, polemizando con su analista, habla de la fantástica aventura que significa recorrer el camino que habrá de convertir una larva mamífera en un sujeto humano, por la introducción del lenguaje. Ubica un antes biológico y un después inconsciente.
Algo de ese orden hace el Sistema Operativo en un dispositivo informático. Un teléfono, una PC, un cajero automático o cualquier otro dispositivo complejo, es un montón de plástico, metales y policarbonato. El sistema operativo es el que dice: vos sos el teclado, vos sos la memoria, vos la pantalla. Cuando el teclado haga tal operación vos tenés que hacer tal otra, etc…
Aquí es posible ubicar un antes inerte y un después operativo.
Y no solamente eso: cada vez que cambiamos de sistema operativo, eso nos formatea el pensamiento. Tenemos que aprender a hacer las cosas de otra manera.
En 1999, se publicó un pequeño folleto llamado Manifiesto Tren de las claves. 95 tesis sobre el final de los negocios tal como los conocemos. Aunque pasó desapercibido para el público en general, permitió ponerle carnadura al mundo del social media, que habría de desplegarse unos años más tarde, con la aparición de la Web 2.0.
La primera tesis decía: Los mercados son conversaciones. Después descubrimos que la educación es una conversación, que el arte es una conversación, que el análisis es una conversación. Y que como tales nos invitan a bucear en universos complejos, asincrónicos, simultáneos, multidiversos, polisémicos, desiguales…
La innovación tecnológica ocurre cuando se articulan de una manera novedosa, partes que resultan complejidades que tienen desarrollos asincrónicos, simultáneos, multidiversos, polisémicos, desiguales… La imprenta de los tipos móviles, es un ejemplo de eso. Un resonador magnético es otro. El Tinder es un ejemplo de eso.
Durante los primeros años del siglo XXI, un cambio en la escritura informática de los documentos que se subían a Internet, posibilitó que pudieran insertarse en diferentes entornos, sin perder la información que contenían.
En la primera Internet, siguiendo el modelo Gutenberg del libro, los textos tenían definidos sus atributos formales, dentro del contenido. En el nuevo modelo, estos atributos (fuente tipográfica, interlineado, ancho de columna, etc) son tomados del entorno en que se insertan, pero ya no forman parte del contenido.
Este cambio permitió tratar los contenidos como bases de datos y abrió las puertas al desarrollo de los blogs primero, en oposición a las páginas web estáticas y luego a una catarata descomunal de aplicaciones, que encarnaban el paradigma: tú tienes ahora la palabra. El fenómeno coronó con el nacimiento de la llamada Web 2.0, en octubre de 2004.
El concepto de la Web 2.0 no tiene una definición clara. Se trata más bien de un núcleo significativo fuerte, sólo comparable con la invención de la imprenta de los tipos móviles, hacia 1450.
Es, en realidad, el primer término tecnológico que no describe nada sobre tecnología.
El discurso con el que se vendía entonces la novedad, decía: Por primera vez la información que te llega, en lugar de ser emitida desde arriba, es horizontal. Es la primera vez que el ciudadano de a pie es reconocido como sujeto de la cultura y está invitado a tomar la palabra.
En 2006 la Revista Times, como balance de año publicó una tapa insólita: el Personaje del año es usted.
En 2007, a propósito de 50 aniversario de la publicación de Mitologías (1957-2007) de Roland Barthes, Le Nouvel Observateur publicó un suplemento, con diferentes colaboraciones.
Jacques-Alain Miller, le apuntó a Google con un artículo que se llamó: Dios no responde; Google, siempre, inmediatamente. Allí decía:
Google, ¿Big Brother? ¿Cómo no pensarlo? De allí la necesidad para él de plantear como axioma su bondad profunda. ¿Es malo? Lo que es seguro, es que es necio. Si las respuestas abundan en la pantalla, es porque allí hay equívocos.
La ambigüedad tecnológica empezó a ocupar el escenario: La disponibilidad hizo que se profundizara la confusión entre información y conocimiento. Google empezó a crecer popularmente como portador de la verdad, posición que antes detentaba la tele.
En 2005 estalló Facebook en América Latina. Nada de lo conocido se le parecía. La gente no sabía cómo usar eso, pero era gratis y estaba disponible.
Los medios y la corporación cultural, empezaron a mostrar cómo se hacía, utilizándolo como ellos usaban la comunicación tradicional. Fachada de información horizontal, para labrar opiniones. Rápidamente comprendieron a qué se enfrentaban y fueron constituyéndose como un gigantesco aparato superyoico social.
La inteligencia de las masas es menor que la de los individuos tomados por separado. Dice Freud en Psicología de las Masas, citando a Gustave Le Bon:
Por el sólo hecho de formar parte de una multitud desciende, pues, el hombre varios escalones en la escala de la civilización. Aislado era, quizás, un individuo culto; en multitud, un bárbaro. Tiene la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos.
Lo que se observa hoy en el social media, es expresión de eso. Opiniones y discusiones con muy bajo nivel de elaboración, rayanas con el fanatismo caprichoso, conviviendo con reflexiones y opiniones novedosamente enhebradas.
Como vemos, el efecto que produce la tecnología de comunicación usada horizontalmente (y sin otra capacitación más que operativa) repite algo de lo que sucede con el sujeto.
La tecnología muestra dos aspectos: encarna un progreso en las habilidades para hacer cosas, pero repite en el sujeto colectivo lo que ocurre en el sujeto singular: Por un lado genera ruido y, simultáneamente, genera una inmensa posibilidad de lectura.
Estos elementos están en tensión dialéctica y esta tensión se parece mucho a la que padece un sujeto. El despliegue de la tecnología repite, de algún modo, esa estructura elemental.
Este es el enfoque con el que hemos estado trabajando en el curso del 2016: el Superyó, pensado como un aparato de lectura, es también un aparato que impide leer.
Quiero cerrar mencionando algo relacionado con el Deseo. Todas las estrategias de éxito dentro de las redes sociales se basan en que las personas quieren ser como aquel a quien siguen o están mirando.
Una bajada de línea de Google a los Webmasters, para que entiendan cómo funcionan las redes sociales, lo dice con notable precisión:
El contenido recomendado por amigos y conocidos frecuentemente es más relevante que el que recomiendan personas desconocidas. Por ejemplo, la crítica que hace un experto de una película es útil; sin embargo, la que hace un amigo que comparte sus gustos puede ser aún mejor.
La enunciación sigue el modelo que planteaba Edward Bernays: La construcción de un triángulo entre un otro, un objeto deseado y un sujeto deseante. Aquí también compartimos revuelos entre la subjetividad y lo que produce el uso de la tecnología en el marketing. El deseo es el deseo del otro. Nadie tiene su propio deseo, ni el deseo entendido como una propiedad, sino que uno desea el deseo del otro. El deseo no es el deseo de un objeto sino el deseo de otro deseo.
El Superyó dice: goza!, la tecnología en manos de la corporación cultural, reconduce ese imperativo diciendo: goza comprando!
Y no solamente eso. El deseo quiere el objeto que contempla, no como tal sino para sí. Quiere transformarlo. Lo quiere para sí. El discurso superyoico de la corporación cultural, sabe eso y en la comunicación oprime justamente ese botón: Goza comprando, que además, serás un mejor tú si compras lo que te ofrezco.
Nada sostiene mejor esta ilusión de hacer presencia en la ausencia, de obturar lo que falta y ofrecer completud, que el deseo puesto en objetos tecnológicos.
La pregunta entonces es por la naturaleza: ¿Usar la tecnología implica sostener ese discurso? De ninguna manera. Eso sería como suponer que porque somos hablados no existe la posibilidad de encontrar (y balbucear, aunque más no sea,) la palabra propia.
Pierre Levy, un antropólogo tunecino, residente en Canadá, contó hace poco que cuando comenzó la explosión tecnológica, el mundo de los investigadores se dividió rápidamente en dos: Los que empezaron a explorar cómo interpretar cantidades gigantescas de información, es lo que hoy se llama Big Data, y los que, como él, comenzaron a explorar cómo desarrollar la Inteligencia Colectiva.
Este concepto, de ninguna manera significa uniformar el pensamiento sino rizomatizarlo, disponibilizarlo utilizando el formato de las redes y poniéndolo al servicio del mejoramiento de las condiciones de vida de cualquier persona.
Este curso, tiene esa estructura: construye inteligencia colectivamente, aunque opera casi totalmente en el terreno analógico.
Y me ofrezco como prueba de eso, mi presencia acá, mi testimonio éxtimo, como dice Ángel, habla de eso. Puedo intervenir en una conversación que se interna en el psicoanálisis, sin el requisito de ser psicoanalista, a condición de escuchar, con la menor cantidad posible de ataduras, la palabra de quienes hace muchos años que transitan por ese universo. No es un problema de alturas jerárquicas, sino de cantidad de camino recorrido.
Demás está decir que mi plan secreto es introducir muchísima tecnología dentro de estas prácticas. Pero esa es otra historia.
Categoría: Culturas, Trama y relaciones